miércoles, 31 de octubre de 2012

In memóriam

Cuando a medianoche se escuche
pasar una invisible comparsa
con música maravillosa y grandes voces,
tu suerte que declina, tus obras fracasadas
los planes de tu vida que resultaron errados
no llores vanamente.
Como hombre preparado desde tiempo atrás,
como un valiente
di tu adiós a Alejandría, que se aleja.
No te engañes
NO DIGAS QUE FUE UN SUEÑO.
No aceptes tan vanas esperanzas.
Como hombre preparado desde tiempo atrás,
como un valiente
como corresponde a quien de tal ciudad fue digno
acércate con paso firme a la ventana,
y escucha con emoción -no con lamentos
ni ruegos de débiles- como último placer,
los sones, los maravillosos instrumentos de la
comparsa misteriosa
y di tu adiós a esa Alejandría
que pierdes para siempre.
Constandinos P. Cavafis: El dios abandona a Antonio

Tengo un par de versiones de la obra de Cavafis en español: la traducida del inglés por José María Álvarez (Hiperión, Madrid 1983) y la traducida del griego por Ramón Irigoyen (Seix Barral, Barcelona 1994), ambas reconocidas como excelentes. Pero mi versión preferida de El dios abandona a Antonio continúa siendo la incluida arriba y que aparece al principio de No digas que fue un sueño, la novela de Terenci Moix ganadora del Premio Planeta de 1986, y cuya traducción o versión desconozco si se debe al autor del libro o tiene algo que ver en ella Antonio Gala, que aparece en los agradecimientos "por el título". Quizá no sea tan fiel al original como la de los anteriores pero, además de una cuidada métrica que da ritmo al discurso, logra transcribir a la perfección el distanciamiento grave, solemne e irónico a un tiempo, que pretende Cavafis para su poema. 

Estos días atrás leía el emotivo recuerdo de unos hijos en el sepelio de su padre, viejo amigo. Sacaba a colación los asuntos del fracaso, de la tenacidad ante la adversidad y de la dignidad ante la derrota, para finalmente agradecer la herencia recibida: la música clásica y el jazz, el cine y los libros, la querencia por nuestra tierra, el valor de un vino en la peor tasca del pueblo, la alegría de los verdaderos amigos, el amor por la familia... Quizá fuera el término "fracaso" y el enfoque del panegírico lo que trajo a mi memoria el citado poema, que finalmente reacciona ante la pérdida con cierto optimismo.

Antonio Galván "El Bollo": La consolación por la filosofía (1996)
 
Por el contrario, el No volveré a ser joven de Jaime Gil de Biedma, aventajado alumno del griego Cavafis pero más "bruto", no deja el más leve resquicio al optimismo, a la esperanza. También distante e irónico, fortalece la música de su concentrado discurso con una mínima rima asonante y trata del ineludible fracaso aún sin nombrarlo.
 
También con ironía, la misma con la que se pintó y dedicó, creo pertinente dejar como ilustración el cuadro de mi amigo "El Bollo" titulado La consolación por la filosofía.

Anicius Manlius Severinus Boëthius, Boecio (Roma, 480 - Pavía, 524/525), llegó a desempeñar el cargo de "magister officiorum" (primer ministro) del rey ostrógodo Teodorico el Grande. La acumulación de tanto poder despertó los naturales celos: acusado de conspirador, fue encarcelado, torturado y, finalmente, decapitado. La obra más famosa de Boecio, culto retórico y filósofo, traductor de Aristóteles y Platón, es Consolatio philosophiae, conocida también como De consolatione philosophiae. Se trata de un diálogo entre el propio Boecio y Filosofía, personaje alegórico femenino que se le aparece a Boecio para aclararle el problema del destino, de por qué los malvados logran recompensa y los justos no. Filosofía intenta suavizar su aflicción demostrándole que la verdadera felicidad consiste en el desprecio de los bienes de este mundo... El tema se relaciona directamente con la caída en desgracia del propio Boecio, por lo cual se piensa que esta obra fue compuesta en la cárcel durante el largo año que pasó antes de ser ejecutado. (Resumen de la Wikipedia).

Recuerdo el poco latín necesario para saber que philosophiae es un genitivo que debe traducirse por de la filosofía pero se me hace más contundente traducir como La consolación por la filosofía, que al fin y al cabo es lo que llevo haciendo desde que me puse a escribir esta entrada. 

Que la vida iba en serio
uno lo empieza a comprender más tarde
-como todos los jóvenes, yo vine
a llevarme la vida por delante.

Dejar huella quería
y marcharme entre aplausos
-envejecer, morir, eran tan sólo
las dimensiones del teatro.

Pero ha pasado el tiempo
y la verdad desagradable asoma:
envejecer, morir,
es el único argumento de la obra.
Jaime Gil de Biedma: No volveré a ser joven

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