jueves, 30 de agosto de 2012

Toto Estirado + (VII)


«La Sala Acuarela inicia su andadura en 1985, ocupando un pequeño espacio en el mundo del arte contemporáneo y conceptual en Extremadura, concretamente en Badajoz. Su nacimiento surge como consecuencia de la ausencia de galerías privadas dedicadas a la Vanguardia, siendo Extremadura una región acostumbrada a la figuración y el realismo en el mundo del arte. La sala está dirigida a promocionar a los artistas jóvenes, surgidos de las Facultades de Bellas Artes, con propuestas renovadas, así como a autodidactas nacidos en la tierra y poco comprendidos en sus formas creativas. El espacio también está orientado a la Fotografía, Escultura, Performances o Instalaciones, con atención especial a promocionar nuevos valores nacionales e internacionales, dentro de una programación coherente que represente las últimas tendencias». (De la pestaña 'La Galería').

Sala Acuarela: Toto Estirado, Autorretrato (acrílico sobre tabla, 1993).

«Quisiéramos retomar la reflexión kantiana, en particular la referida a todo lo que limita y particulariza el gusto haciéndolo depender de circunstancias sociales e históricas... Según Kant, el gusto no es "puro", sino que sobre él se ejercen una serie de coerciones de diferentes tipos: a) una coerción histórica ligada a la existencia de una herencia cultural en el interior de cada sociedad y cada medio; y b) una coerción económico-cultural, lo que se traduce en el ejercicio ostentoso del gusto como un factor de distinción.
El origen de la Sala Acuarela se encuentra en un primer momento motivado por esa "coerción histórica", ya que sus preocupaciones originarias, cuando inicia su andadura en 1985, fueron precisamente las de abastecer a la región de un espacio privado alejado en la medida de lo posible de los valores conservadores artísticos que aún imperaban en nuestra región». (De "Un ejercicio de libertad" por María Eulalia Martínez Zamora).

«El arte con mayúsculas, cuando es creativo, cuando añade algo nuevo, cuando te conmueve, desde luego que sí nos hace libres... La sociedad debería pensar en esto. Pero, desgraciada- mente, a la gente no le interesa ser libre». (Manuel Sordo).

Toto Estirado, Mussorgsky 'Una noche en el Monte Pelado' (acrílico sobre lienzo).

Estas fueron la declaración de intenciones de la Sala Acuarela en su momento y que mantiene vigente en su recién remozada página web. "Se habían cumplido los 25 años y estábamos pendientes de poder elaborar un catálogo que hicera un repaso de todos los artistas que han pasado por ella; bueno, de casi todos". Y está eso y más: una nómina de cerca de 50 artistas, un fondo de galería con más de 200 obras a la venta, un resumen histórico de las exposiciones realizadas y hasta un vídeo conmemorativo en el que se repasan las inauguraciones y actividades de la galería. No se lo pierdan.

Sala Acuarela: Toto Estirado, diversas obras.

Como no podía ser de otra manera aquí (enlace) José Antonio Estirado tiene su espacio. Arriba va una muestra del "otro Toto" que podemos encontrar en esta recopilación de cuadros realizados mayoritariamente entre el 89 y el 93 y que me atrevo a comentar a continuación:
Para el "15 de Mayo" y el siguiente, "L'Heroine", y atendiendo a la temática de ambos, tirando de la hemeroteca de ElPaís (periódico que frecuentaba Toto) compruebo que el 15 de Mayo de 1991 se corresponde con el nombramiento por François Mitterrand, presidente entonces de la República Francesa, de Édith Cresson como primer ministro, única mujer hasta ahora en desempeñar dicho cargo. Su mandato duró poco, apenas diez meses, por múltiples razones que ahora no vienen al caso, pero pretendía, con la simpatía de un alto porcentaje de la población, un giro a la izquierda en el socialismo francés: lucha contra el paro y el racismo, reducción de las desigualdades sociales y ecologismo eran algunas de sus propuestas. "Noviembre. En la ventana la lluvia" es una melancólica estampa, húmeda y fresca, del otoño, ahora que a estos normales calores del estío se suma la "pertinaz sequía" que desde hace un tiempo todo lo invade. "Salta Adan... Atlas de la Nada" es una especie de palíndromo que recuerda la máxima marxista (de Groucho, naturalmente) "paren el mundo que me bajo". Para finalizar, un exorcismo contra los delirantes "Bichos" y "Mi habitación en el hospital" realizado en una de sus visitas al Provincial para "una puesta a punto".

Sala Acuarela: Toto Estirado, Desnudo (acrílico sobre tabla, 1986).

sábado, 25 de agosto de 2012

10000

... VISITAS. El 39% se han realizado desde España y el 12% desde Méjico; Colombia y Argentina empatan con un 8%. Desde Estados Unidos (con Alaska) han sido el 4%, Chile un 3% y Venezuela al igual que Perú el 2%. A Brasil y Rusia!!, países no hispanohablantes, corresponden a cada uno el 1% de las visitas. En el 20% restante aparecen Puerto Rico, Guatemala, Nicaragua, Panamá, Bolivia, El Salvador, Francia, Alemania, Portugal... Gracias por acompañarme durante estos seis meses.

lunes, 20 de agosto de 2012

Toto Estirado + (VI)


Otro TOTO, por Juan José Poblador.

 

Publicado en "Panorama", suplemento del Periódico Hoy, domingo 26 de abril de 1998; las fotografías de José Antonio Estirado venían con el artículo. El cartel de toros y los magníficos paisajes de cielos rojos incluidos pertenecen a la Sala Acuarela. Manolo Sordo, perfecto "connoisseur" de la obra de Toto, los tiene primorosamente enmarcados en blanco con cristal protector: "Manolo, jamás le pongas un marco malo a un cuadro mío", le decía el pintor.

Leo y veo que es ahora cuando José Antonio Estirado Cruz, El Toto, tiene más amigos. Es magnífico, aunque él no pueda gozarlo. Yo también conocí a José Antonio, y éramos muy amigos, pero era un Toto diferente antes que se fuera a Sevilla; ya lo dice el refrán o el juego: el que fue a Sevilla perdió su silla.

Sin perdernos en camisa de once varas, El Toto, hace 35 años, cuando se encontraba con su padre, en la feria de Sevilla, recibía -después de un beso- cinco mil pesetas para que pasara la noche. Años después volvió a Badajoz vagabundo de lunas, ladrón de estrellas que hicieron rescoldo en sus entrañas y le quemaron, incendiaron sus pulmones y decidió consumirse en su -para él- agradable calor solitario. Se hizo truhán, pícaro del color y la palabra; se hizo paisaje, retrato en las calles y los bares...


Me imagino que así le conocierron muchos de los que ahora hablan, cuentan y escriben de El Toto. Yo, así, casi no lo reconocía cuando llegaba a Badajoz, desde el mar del Estrecho de Gibraltar, y me llamaba "doctor", "doctorcito", "tío", "joven" -que copió de Carlos Espada-, "Juanminguay" -que copió de Vaquero Poblador-, o maestro, sin el Nacional, porque trabajaba en la Enseñanza Primaria. Pero mucho antes que me fuera al mar, dejé a El Toto, guapo, en Badajoz: estirado, espigado, moreno de Guadiana, con una fuerza endiablada en sus manos poderosas. Fue uno de los salvadores eficientes de las tablas y los remos de la barca que Carlos Espada -el marinero sin rumbo, le decía Manuel Pacheco- decidió hundir en medio del río, cuando veníamos de la playa "Amigos del Guadiana" de tomarnos unos "rin-ran" -que hacía el hijo de "Los Gabrieles" (una ensalada con tomates de verdad, y que creo que ya no hay ni en Talavera) y unas botellas de vino tinto. Las barcas planas del Guadiana, para poder navegar por aguas de escaso fondo, tenían la particularidad de llenarse de agua a cualquier maniobra extraña; solo dos o tres iban vestidos, los demás teníamos la ropa en Casa Vera, y Carlos Espada, que llevaba hasta reloj, empezó a mover la barca hasta casi hundirla, cantando con ritmo de samba venezolana: "Yo no soy de por aquí, / que soy de Barquisimeto, / conmigo nadie se meta / que yo con nadie me meto".

Y digo, hasta casi hundirla, porque aquellas barcas se llenaban de agua y salían a flote las tablas para sentarse, para remar, las que servían de cubierta, y los remos. Por primera vez nos servía para algo lo que estudiábamos: la barca flotaba porque pesaba menos que el agua que desalojaba. El Toto nadaba empujando la barca y con sus largos brazos iba a la vez recogiendo tablas que se llevaba el río camino del Puente de Palmas. Yo conocí a El Toto, amoroso de jóvenes adolescentes bajo las palmeras de San Francisco, cuando podía uno sentarse, en las noches de verano, en el arriate alicatado que hacía juego con los grandes bancos con mosaicos de hazañas de los grandes Conquistadores.


Por aquella época, como yo no era poeta, conviví fácilmente con Jesús Delgado Valhondo, Pacheco y Lencero; como no fui pintor, igualmente, podía inmiscuirme en el trío: Vaquero Poblador, Sánchez Boraita y José Antonio Estirado, "los iconoclastas".

Les acopañaba cuando cargados con sus trípodes y óleos se ponían a pintar, generalmente, en la ladera este del Castillo, más allá del Parque de La Legión, de cara a El Pico, la desembocadura del Rivillas y las huertas de San Roque. Casi siempre acudió Morán, ordenanza, alevín de conserje de la Diputación de Badajoz, forofo, fan, lazarillo y escudero de los tres pintores. Trabajaban entre discusiones, voces y canciones. El Toto y Boraita cantaban, con diferente estilo, cante grande, ambos cante gitano que aprendieron del Porrina y su parentela, con los que convivían por bares y fiestas; Vaquero Poblador prefería al "Trío Calaveras", a "Los Panchos" y los fados de Amalia Rodríguez, y él mismo se acompañaba con la guitarra. De pronto, como si Morán tuviera la culpa de algo que no salía bien, era floreado por los tres pinceles de los artistas, y ante la impavidez y estoica apostura de Morán, los pintores volvían sobre sus lienzos y como los encontraran no acorde con sus divinos: Gauguin, Van Gogh, Picasso y el menos conocido -por entonces- Emil Nolde, impresionante expresionista, en boca de Boraita, hasta el extremo que El Toto le decía que si era su novio, ... la emprendían contra bastidores, frascos de aguarrás, aceites, cajas de pinturas, pinceles y paletas, y se armaba tal zarabanda que aquello parecía una escena pánica. Decaído el paroxismo, ayudaban a Morán que había sido el primero en empezar a recoger trastos. Después nos íbamos todos juntos al Tabares.


"Gente de mal vivir"

En aquel tiempo, había en Badajoz gente que leía a Faulkner; muy pocos, pero había; yo mismo que imitaba a Rabindranath Tagore para enamorar; escribí por entonces mi novela "Pensión" que en Barcelona dijeron que era faulkneriana; al compás El Toto era torerillo de tientas y cercados, pero años más tarde se presentó en la Casa de la Cultura, en la Plaza de Minayo, dónde dirigía el ensayo de "La Camisa" de Lauro Olmo, si no recuerdo mal, y me nombró su mozo de espadas delante de actores, tramoyistas, electricistas y "gente de mal vivir". Acepté, entre bromas y veras, y al día siguiente me presenté en su casa, un chalet en la carretera de Sevilla, quizás el primero, junto al cruce con la entonces única carretera de Madrid que atravesaba San Roque. Entré dando voces en la habitación donde El Toto reposaba casi desnudo, en penumbras, y me hizo callar, me impresionó con un gesto majes- tuoso, dominador, de su mano izquierda. "Tú te sientas, en silencio, al lado de mi cama, y desde ahora me llamarás maestro". Yo, director de teatro, comprendí que el que manda, manda. Su cuerpo bello y poderoso -como un hombre llamado caballo- descansaba, aunque a mi me pareció con la quietud del leopardo, segundos antes de saltar sobre su presa.

Pasado el hechizo me dio tiempo a mirar en derredor. A los pies de la cama sobre un sillón de mimbre, bien colocado, había un traje corto negro, una camisa blanquísima con chorrera y un sombrero de ala ancha. En la mesilla, a mi espalda, una lamparilla, sobre el aceite de un pe- queño plato de La Cartuja, iluminaba varias estampas de la Virgen de la Soledad, un Cristo de Velázquez, supuse, y otras vírgenes de advocaciones, para mí, desconocidas. Entonces yo ya no era creyente y sabía que El Toto, tampoco. Comprendió mi mirada interrogativa y con mucha seguridad y voz susurrante me dijo: "Tú lo tienes que entender, las cosas son así".

Al poco rato entraron en el dormitorio su madre, una criada -una mujer mayor que dominaba la escena-, y dos bellas jóvenes palpitando bajo sus únicas prendas de percal, porque yo embebía todas sus curvas y sus ojos brillantes en el calor de la tarde, cuando a Badajoz le da por hacer calor. El Toto me pareció un torero lorquiano, aunque El Toto amaba a Miguel Hernández y se sabía de memoria, recitaba, los poemas de toros con ritmo monótono pero con una intención que impresionaba, con un doble sentido, en las calles y los bares, en San Francisco y San Juan, cuando Franco vivía. Picoteaba en la obra de Miguel Hernández y recitaba versos de aquí y de allá, para asombrar sin saberlo porque la gente, generalmente, sin conocimiento del poeta, creía que eran suyos.

Empezaron a vestirle mientras El Toto me recitaba con su voz, al margen de las mujeres:

                                                                     "Como el toro he nacido para el luto
                  y el dolor, como el toro estoy marcado
                  por un hierro infernal, en el costado
                  y por varón en la ingle como un fruto.
                  .....
                  Por una senda van los hortelanos
                  .....
                  Bajo su frente trágica y tremenda,
                  un toro solo en la ribera llora
                  olvidando que es toro y masculino.
                  .....
                  El toro sabe al fin de la corrida
                  donde prueba su chorro repentino,
                  que el sabor de la muerte es el de un vino
                  que el equilibrio impide de la vida.
                  .....
                  La muerte, toda llena de agujeros
                  y cuernos de su mismo desenlace,
                  bajo una piel de toro pisa y pace
                  un luminoso prado de toreros".

Quien le ponía las manos encima era la criada, la tata, como él la llamaba; la madre miraba arrobada y triste, pensando en el peligro, y que yo suponía que era la única porque los demás, como totales inconscientes, nos habíamos olvidado de lo que se proponía El Toto: torear y matar un toro en la Feria de La Albuera. La Tata metió su mano por delante de la cintura del pantalón, llegó hasta el sexo para colocárselo a la izquierda de la bragueta, que era donde cargaba. Noté, bajo el percal, los pezones turgentes de las ninfas que miraban el ajustado pantalón del torero y me sumergí en el ambiente erótico. El Toto se engrandeció gallardo, seguro y atractivo, personaje único dentro del traje que le ceñía sus tensados músculos, flotaba en el aire.

No tuve más remedio que cargar con el capote, los trastes de matar, un espadón con la funda, y gracias a la ayuda del taxista no me derrumbé ante lo que jamás había imaginado, que un capote y todo lo demás pesaran tanto. El trayecto fue en silencio. Sorprendente la algarabía y gritos al entrar en la plaza de carros de La Albuera que cerraba un camión con un cajón dónde se suponía estaba el animal.  Nos cruzamos con un fotógrafo taurino que años más tarde resultó ser un famoso escritor y querido amigo: Bernardo Víctor Carande; frente al acomodado toril, una especie de tribuna, como de localidades selectas, se sentaba mi antigua novia, con peineta y mantilla; esplendorosa en su belleza se abanicaba sonriendo al nuevo novio por el que me había abandonado. Yo llevaba jadeando la carga del arte de Cúchares y una gorrilla de rayadillo bajo la que escondí un pronto visceral, un segundo de ridículo hasta que arrojé al suelo, junto a un carro que me indicó un guardia municipal, todos los arreos.


¡Es un búfalo! 

Sin recurrir a una crónica de gacetillero taurino, que no soy, contaré que se abrió el portalón y apareció el cornúpeta, el bicho, el morlaco, y dije: "Maestro, ¡qué toro! Y El Toto, sin mirarme, me respondió seca y atributivamente: "Compañero, ¡es un búfalo!".

Después de una eternidad, recostado contra la rueda del carro, temblándome las piernas más que por la cercanía del toro, por los empujones de la gente que se tiraba al ruedo y venía hacia mi, huyendo, y yo con aquella espada, que era un espadón, que era la de Roldán y El Cid juntas, aleadas, que podía ensartar a diez mozos de La Albuera.

El Toto tuvo la mala suerte de matar a la primera. El público que quería marcha empezó a llamarnos asesinos, a tirarnos cosas, no las sentíamos, hasta que llegamos al bar de la carretera. Me tomé una copa de coñac y un vaso de agua de Seltz. Me vine a Badajoz en una Vespa de mi amigo El Florito, Florentino Buenavista, y dejé a El Toto con su apoderado, el empresario y la gente del toro, que por lo que supe más tarde, José Antonio Estirado, El Toto, hasta tuvo que pagar el toro.

José Antonio Estirado en 1978.

Después me fui al mar y El Toto a Sevilla. A la vuelta a Badajoz El Toto se dedicó a vender cuadros. Poca gente, los muy íntimos tendrán cuadros suyos de los años 60 o antes. El primer cuadro o de los primeros que vendió, algunos lo saben, fue uno que le regaló su amigo Vaquero Poblador. Uno de sus mejores mecenas fue Pedro Suárez que trabajaba en "La Marina". El Toto se inspiraba/copiaba en grandes maestros expresionistas: Modigliani, Ingres, Solana, ... y sobre todo en Edvard Munch. Conocía perfectamente su obra y su biografía, le atraían la enfermedad y la muerte. A Pedro Suarez le vendió un cuadro que más o menos reproducía "El Grito" de Munch. Al cabo de unos días El Toto se presentó en la barra de La Marina para venderle otro cuadro: "El Grito". "Pero Toto -le dijo Pedro-, si me vendiste hace tres días un cuadro igual". "Bueno, doctorcito -dijo El Toto- así tienes la parejita". El bueno de Pedro, intentando cabrearse, le mandó a hacer puñetas. El Toto recogiendo su cuadro, y mientras se marchaba, exclamó mirándole fijamente: "Pedro, ¡rojo paralelo!".

José Antonio Estirado en 1988 y en 1993.

En uno de los viajes que hice a Badajoz, precisamente para ser pregonero del primer Carnaval, 1981, me causó una gran sensación de deterioro y de tristeza la conversación que mantuve con El Toto: "Mira, Juanminguay, yo sé que no pinto como los grandes maestros, pero te aseguro que, al menos, sabré morir como ellos.

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JUAN JOSÉ POBLADOR (Valencia de Alcántara, Cáce- res, 13.11.30) es una de las figuras más destacadas en la difícil vida cultural de la Extremadura de los 50 y 60. De profesión maestro, es autor de numerosos cuentos que publicó en el Periódico Hoy; pero su producción lite- raria más destacada son las dos novelas de temática social Pensión (Premio Elisenda de Montcada 1957), reeditada por la Editora Regional en 2002, y Canal (fina- lista del Ciudad de Sevilla 1961). Es también autor del escrito autobiográfico Diario de un carca y del estudio antropológico Conil. Iconoclasta sabático de la tertulia de Esperanza Segura, desde mediados de los 60 reside en Conil de la Frontera (Cádiz), pero dice que «Badajoz es mi casa; allí crecí, di mi primer beso, me bebí mi primer vino y escribí la primera novela».

sábado, 11 de agosto de 2012

eXvotos meXicanos eXpresionistas X


Dice el diccionario de la RAE que un exvoto es un don u ofrenda, como una muleta, una mortaja, una figura de cera, cabellos, tablillas, cuadros, etc., que los fieles dedican a Dios, a la Virgen o a los santos en señal y recuerdo de un beneficio recibido, y que se cuelgan en los muros o en la techumbre de los templos. La Wikipedia se remonta hasta la antigüedad para decir que un exvoto es una ofrenda que los gentiles hacían a sus dioses y que estas ofrendas se depositaban en santuarios o lugares de culto y podían consistir en figurillas representando personas o animales, armas, alimentos, etc. El ofrecimiento de exvotos tiene su origen en las civilizaciones egipcias y mesopotámicas y en España destacan los procedentes de excavaciones iberas del siglo III a. C. ... para finalizar coincidiendo con el DRAE: Posteriormente el símbolo fue tomado por el catolicismo y el exvoto pasó a ser una ofrenda o recuerdo dejado por los fieles que habían recibido un don o curación. Pueden verse actualmente en centros de peregrinación, apoyados sobre las paredes o colgados del techo, objetos tales como prótesis, ropa, ruedas de autos y todo tipo de cosas que representen el hecho desafortunado del que se habían recuperado.


Desde finales del pasado mes de julio y hasta el próximo octubre se puede visitar en el Museo Nacional de Culturas Populares en Coyoacán, Ciudad de México, la transgresora muestra Favores insólitos. Exvoto contemporáneo. La muestra está integrada por 180 exvotos o retablos y se divide en 13 apartados: Tradicional ficticio; Problemas con la suegra; Rituales y hechicería; Circo, maroma y teatro; Ídolos del pueblo; Diversidad sexual; Infidelidad; Amor y desamor; Ídolos del ring; Prostitución, cabaret y table dance; Alucinaciones y aparecidos; Favores insólitos; y Superhéroes.


Las láminas votivas, personalizadas y bajo demanda, están realizadas por retableros, normalmente sobre láminas de cobre o aluminio. Incluyen tres elementos básicos: 1) ilustración con la escena del suceso, 2) santo o mártir que interviene en el arreglo y 3) inscripción descriptiva y que agradece la intervención.


"Jasinta agradese con ferbor a San Ramonsito" haberla librado del peligro de que su marido la "clachara" con otro en la cama. Lupita, con la mediación del Santo Niño Cieguito, "se la agarró a trancasos con su metiche suegra" doña Felicitas, dejándola para lo sucesivo más suave que un guante. San Judas Tadeo, patrón de las causas desesperadas, consiguió por fin que Sotero, que venía ignorando "los serramientos de ojo" que Isaías le dirigía en la panadería, le diera "una nalgada" con la que sellar su amor: "se isieron nobios". Rita agracede a la Virgen su condición de "puta, ganar dinero y ser feliz", al igual que Zulema 'La Chula', "mejor prostituta de la Colonia que aunque este robustita tengo arta clientela y me buscan mucho por mis curbas peligrosas que a los ombres les encantan". Comprueben lo que les digo ampliando las imágenes y busquen más de estos pintorescos exvotos mexicanos que son de lo más entretenido.

lunes, 6 de agosto de 2012

Toto Estirado + (V)

José Antonio Estirado Cruz (nacido en Usagre -Badajoz- el 28 de marzo de 1939). No todos los artistas han ido a Escue- las de Bellas Artes o Academias. No todos han llegado a la pintura como única manera de expresarse, como único escape para expresar su interioridad. Para algunos, como Toto, el arte es una manera más de manifestar su peculiar sentido de la vida: torero, músico, poeta... Toto perteneció a aquellos prime- ros "hippies" que deambulaban por la entonces vanguardista Sevilla de los años 60. Allí empezó sus primeras exposiciones y empezó a manifestar su predilección hacia los maestros que guiaban su pincel: los expresionistas en cuanto a su sentido de la materia pictórica y los "fauves" en cuanto al color. Consi- derando el arte como algo efímero y que puede servir para pagarse una comida o unas copas, la obra de Toto anda diseminada por las casas de sus amigos, por lo que es dificil apreciar su evolución en conjunto. Cuando algún tema tiene éxito, lo repite, e incluso realiza encargos más o menos deco- rativos, pero siempre auténticos en cuanto a su expontaneidad y frescura. A comienzos de los 90 expone y pinta en compa- ñía de sus colegas más preciados, como Luis Píriz, Santana o su hermano Caki, realizando algunas obras "al limón". En sus cuadros de esta época empieza a aparecer el "graffitti", más como fruto de su inclinación literaria que como reflejo de la moda neo-expresionista. Igualmente sus collages están llenos de una ingenuidad poética que contrasta con el furor expresivo de alguno de sus óleos. La personalidad de Toto no deja lugar a dudas sobre la intención plenamente vitalista de su arte, aunque esté sometido a la penuria técnica en cuanto a mate- riales, propia de su condición bohemia. (Toto fallece en el Hospital Provincial de Badajoz el 11 de Julio de 1994).


Las imágenes anteriores (de arriba a abajo, dos paisajes de 1991 y 1980, y un desnudo de 1991) y la reseña se muestran en la página que la Sala Acuarela de Badajoz (Manolo Sordo y Carmen Vicente) tiene dedicada a Toto Estirado. El texto está extraído de la primera edición del libro Plástica Extremeña, dirigido por Mª del Mar Lozano Bartolozzi y editado por Caja de Badajoz en 1990. En el mismo, Toto aparece erróneamente como José Manuel y nacido en 1944 (me dice Manolo Sordo que el muy coqueto se quitaba años). En la segunda edición, de 2008, ya no aparece. La imagen de la derecha (Ana, óleo y collage sobre lienzo, 125 x 100 cm -1990-) acompaña al texto en el citado libro. Debajo incluyo otro retrato de Ana propiedad de la Galería Acuarela.



Con motivo del X Aniversario de la apertura de la Sala Acuarela, en el otoño de 1997 se celebró en esta galería un homenaje al pintor. Para la muestra se confeccionaron 40 carpetas numeradas en arábigo y 10, no venales, en romano, con serigrafías sobre papel Basik Guarro de 370 gramos, impresas en los talleres Acacia de Badajoz, de los artistas Luis Costillo, Luis Piris, Domingo Frades, Raúl Valerio, Antonio Langoyo, José Manuel Paulete y Luis Ledo, habituales de Acuarela, y el poema "Pié desnudo" de Ángel Campos (ya en este blog, ver la anterior entrada dedicada a Toto Estirado). La muestra también incluía un linóleo inédito de Toto, un bodegón con cabeza de toro realizado quince días antes de su muerte e impreso con posterioridad en el taller de Langoyo, y un texto de Lali Martínez que reproduzco más abajo.

Homenaje a Toto Estirado en 1997; X Aniversario de la Sala Acuarela (foto Periódico Hoy).

Toto Estirado fue un personaje singular durante años en la vida de Badajoz, según recuerdan quienes le conocieron, y mantuvo la insorbornable disposición de vivir de la pintura marginalmente, vendiendo sus cuadros a precios asequibles, con lo que ir tirando. Hace tres años murió a los 56 dejando una obra dispersa y llena de altibajos. «Su obra tuvo genialidades pero hizo cosas muy malas, según el momento», afirma Manuel Sordo, de la galería Acuarela, que ha organizado el homenaje al artista de Usagre. Sordo recuerda al pintor y la estancia de diez años en Sevilla, donde mantuvo contactos con la vida cultural de la ciudad andaluza: con Lole y Manuel, con la galerista Juana de Aizpuru, con la sala de arte La Carbonería, participando en la película de Gonzalo Pelayo «Vivir en Sevilla». Ya entonces vende sus cuadros para vivir. «Él prefirió la libertad de la calle y eso lo asumió enteramente». El galerista pacense cree que Estirado es un eslabón entre el realismo y la figuración de autores de Badajoz como Francisco Pedraja o Vaquero Poblador y otros más jóvenes como Fernández Molina, Costillo o Frades. (L. Barrera, El Periódico Extremadura 02.10.1997).

Portada y contraportada, forradas de arpillera, de la carpeta homenaje a Toto Estirado.

José Antonio Estirado Cruz "Toto" (1939 -1994). El problema de la vida.
Mª Eulalia Martínez Zamora

Entre el arte y la vida existe siempre una relación de sometimientos y conflictos que marcan esa indisociable correspondencia de lo vivido y lo representado. En una carta de Edward Weston, Tina Modotti expresaba ese sentimiento de dualidad inherente a todo proceso creativo diciendo: "...no puedo resolver el problema de la vida perdiéndome en el problema del arte... el arte no puede existir sin la vida".

Carpeta homenaje a Toto Estirado: serigrafías de Raúl Valerio (izda.) y Luis Piris (dcha.).

Precisamente hemos querido iniciar este homenaje a "Toto" citando unas palabras que podrían definir perfectamente el carácter de la trayectoria de un autor para el cual vida y obra fueron inseparables; pintar para poder comer y comer para continuar pintando..., la vida, como siempre, en su afán último de supervivencia lucha invariablemente por el predominio, y el arte, en su sometimiento, lo acepta y se subyuga. Y es en este campo de íntima interacción, donde los límites se superponen y confunden, en el que se desarrolla una obra que tiene tanto del arte como de la propia vida.

Carpeta homenaje a Toto Estirado: serigrafías de Luis Costillo (izda.) y Luis Ledo (dcha.).

La pintura de "Toto" no expresa verdades artísticas entendidas en un sentido normativo; el orden estético se somete al orden expresivo, el sentimiento prevalece sobre la razón, las emociones sobre el pensamiento, las verdades de su obra son realidades humanas, quizá esto, junto a su autodidactismo, le llevaron a optar, o más bien a aproximarse con un cierto ingenuismo näif, a la violencia colorista de los "Fauves". La obra de Matisse, por la que siempre se sintió atraído y hacia la cual profesaba una manifiesta admiración, es la que ha guiado su expresividad y su forma. El uso libre del color aplicado en amplias superficies, las deliberadas desarmonías cromáticas, el tratamiento plano del espacio, o los perfiles muy marcados mediante el empleo de la línea negra, son algunos de los elementos que nos servirían para sintetizar formalmente el carácter de su pintura.

Carpeta homenaje Toto Estirado: serigrafías José M. Paulete (izda.) y Domingo Frades (dcha.)

En este sentido la actitud que toma ante la representación de la naturaleza es de total libertad; desvinculándose de la realidad del objeto al otorgar la primacía a los colores planos y primarios por encima, y en detrimento algunas veces, de la forma y el dibujo, es como manifiesta su particular relación subjetiva con el tema. De esta manera se aproxima a sus flores, sus figuras, sus vistas urbanas..., y las representa con una simplicidad tan esencial que las hace parecer intrascendentes. Pero junto a estas temáticas de lo frívolo y lo cotidiano se va desarrollando también otra más oscura y existencial, mediante la cual, y a través de un lenguaje más expresionista, significó su obsesión por la muerte.

Carpeta homenaje a Toto Estirado: serigrafías de Antonio Langoyo (izda.) y Toto (dcha.).

Y es que los límites de la obra de "Toto" se mueven siempre entre la vida y la muerte, entre los polos opuestos que marcan el principio y el fin de toda existencia. Desde la frescura de unos tulipanes hasta las vánitas presidiendo extensos campos de trigo, asistimos a las dualidades existenciales de un autor en donde el problema de la vida se convirtió también en el problema del arte.

 
Toto Estirado, portando uno de sus cuadros, en la Galería Acuarela (foto Periódico Hoy). 

Es precisamente ahora cuando la Sala Acuarela en su X Aniversario ha querido homenajear a este pintor en el que se dieron cita las más dispares facetas de la vida. Con la presentación de los grabados de siete autores habituales de esta galería a los que se une otro póstumo del propio homenajeado, nos convertimos en testigos del vínculo existencial que liga lo opuesto, y de nuevo sin límites, en las mismas obras que conforman esta carpeta, el "bodegón" se mezcla con la "vánitas".


La Sala Acuarela encarga cada año la confección de un calendario de bolsillo para repartir
entre sus clientes con la imagen de un cuadro de Toto Estirado. Aquí dejo unas muestras.