Breve historia de la música occidental, desde los inicios de la humanidad hasta nuestros días, ilustrada en siete minutos: prehistoria, música antigua, clásica, jazz, blues, rock, electrónica...
miércoles, 27 de febrero de 2013
viernes, 22 de febrero de 2013
Antonio Covarsí (2)
Omitiendo las acepciones en desuso, dice el DRAE que RETAR es desafiar a duelo o pelea, o a competir en cualquier terreno; dice también que, coloquialmente, su significado es reprender, tachar, echar en cara. En el María Moliner leo que, además de reprender o reprochar, es incitar o invitar una persona a otra a luchar o competir con ella en cualquier cosa, desafiar. Añado, por último, que el Espasa-Calpe lo hace sinónimo de desafiar, provocar, encararse, enfrentarse, incitar.
El pasado 12 de febrero y al hilo de un recuerdo dedicado a Cosme publicado aquí una semana antes, el amigo Tete1960 introducía un comentario que remitía a su blog Divagando... donde me retaba y a su vez me animaba a retarlo -que no es lo mismo arrojar el guante que recogerlo- a ir aportando "pequeños detalles" de Antonio Covarsí. Aun sin esperar respuesta, inicia él la serie recordando además la publicación de una entrada anterior, pretendiendo así el muy ladino obligarme ya de partida con un 0 - 2.
Esto de desafiar, provocar o incitar a la lucha o competición está muy bien para poner a trabajar a la gente. Me contaba el otro día un compañero de Zaragoza que la forma de conseguir que veinte maños se metan en un seiscientos es decirles que no caben. Por aquí somos más directos: en cuanto uno se descuida es espetado con un "a que no hay cojones" por si cuela. Y es que, aunque sería fantástico según el Nano, no se puede ir distraído por la vida sin correr peligro.
Espero que no se pongan a retarme todos a un tiempo con los temas de su interés. Este mi blog, que me roba su tiempo y que en ocasiones se hace laborioso en exceso, no pretende ser otra cosa que un libre divertimento sin otras obligaciones o prohibiciones que las autoimpuestas, so pena de que se me muera la afición.
Bromas aparte, entiendo que el amigo Tete1960, tomando una de la acepciones de retar que incorpora el María Moliner, me está invitando a dejar alguna pequeña aportación al respecto del fotógrafo y su obra: espero que con esta me conceda al menos el empate.
El pasado 12 de febrero y al hilo de un recuerdo dedicado a Cosme publicado aquí una semana antes, el amigo Tete1960 introducía un comentario que remitía a su blog Divagando... donde me retaba y a su vez me animaba a retarlo -que no es lo mismo arrojar el guante que recogerlo- a ir aportando "pequeños detalles" de Antonio Covarsí. Aun sin esperar respuesta, inicia él la serie recordando además la publicación de una entrada anterior, pretendiendo así el muy ladino obligarme ya de partida con un 0 - 2.
Esto de desafiar, provocar o incitar a la lucha o competición está muy bien para poner a trabajar a la gente. Me contaba el otro día un compañero de Zaragoza que la forma de conseguir que veinte maños se metan en un seiscientos es decirles que no caben. Por aquí somos más directos: en cuanto uno se descuida es espetado con un "a que no hay cojones" por si cuela. Y es que, aunque sería fantástico según el Nano, no se puede ir distraído por la vida sin correr peligro.
Espero que no se pongan a retarme todos a un tiempo con los temas de su interés. Este mi blog, que me roba su tiempo y que en ocasiones se hace laborioso en exceso, no pretende ser otra cosa que un libre divertimento sin otras obligaciones o prohibiciones que las autoimpuestas, so pena de que se me muera la afición.
Bromas aparte, entiendo que el amigo Tete1960, tomando una de la acepciones de retar que incorpora el María Moliner, me está invitando a dejar alguna pequeña aportación al respecto del fotógrafo y su obra: espero que con esta me conceda al menos el empate.
El cartel de la exposición de fotografías de Antonio Covarsí celebrada en el Teatro López de Ayala entre noviembre y diciembre de 1994 con motivo del 8º Festival de Jazz de Badajoz que muestra Divagando... corresponde a la colección Los sonidos de la imagen (divertimento) que obtuvo un accésit en los Premios Constitución de 1992. El vencedor de aquella edición fue el cartagenero Juan Manuel Díaz Burgos por la colección Campos de azúcar y miel.
La primera edición de los Premios Constitución de la Junta de Extremadura se convocó en 1983 para las modalidades de Poesía, Teatro, Novela y Ensayo. A partir de 1987 se incorporó la modalidad de Pintura. Y para la convocatoria de 1990 los premios se hicieron extensivos a las modalidades de Composición y Fotografía. A partir de 1994 fueron sustituidos por los Premios Extremadura a la Creación, eliminados por el Gobierno de Extremadura en 2011. En fin, Golpes Bajos y Malos tiempos para la lírica.
Las imágenes que aquí aparecen están escaneadas del catálogo Premios Constitución 1992 Fotografía, Editora Regional de Extremadura (Mayo 1993). Los títulos de las nueve fotografías son Opus 1... a Opus 9.
Antonio Cosme Covarsí Rojas nace en Badajoz en 1951. En 1979 es socio fundador de la Agrupación Fotográfica Extremeña, participando activamente en la organización de exposiciones e impartiendo cursos y conferencias. A partir del año 1986 y hasta su prematura muerte en un desgraciado accidente en 2006 compagina la gestión de sus tiendas Itaca Discos con numerosas exposiciones colectivas e individuales y diversas publicaciones en portafolios, revistas y libros. Es considerado uno de los neoexpresionistas más importantes de la historia de la fotografía española reflejando en sus imágenes realidades tramadas y distorsionadas. (Fotografía: Santi).
domingo, 17 de febrero de 2013
Venons, sommes et allons
La conquista social de la Tierra
¿De dónde venimos? ¿Qué somos? ¿Adónde vamos?
Edward O. Wilson (traducción Joandomènec Ros)
Debate (Mondadori). Barcelona, octubre 2012
Tapa dura con sobrecubierta, 16 x 24 cm, 382 páginas
23,90 euros
Edward O. Wilson (Birmingham, 1929), catedrático emérito de la Universidad de Harvard, es uno de los biólogos y naturalistas más importantes del mundo. Su especialidad es la mirmecología, el estudio de las hormigas. Galardonado con el premio Crafoord, equivalente al Nobel de Biología, y ganador en dos ocasiones del premio Pulitzer de no ficción, Wilson es muy conocido por su papel como "padre de la sociobiología", su defensa del medio ambiente y su postura secular y humanista.
¿De dónde venimos? ¿Qué somos? ¿Adónde vamos? En una obra apasionante que culmina el trabajo de toda una vida, Edward O. Wilson plantea estas tres cuestiones fundamentales y demuestra que la religión, la filosofía y la reflexión no pueden dar respuestas por sí solas, y que la única forma realista de resolver el enigma de nuestra condición humana pasa por la erudición científica. El más insigne sucesor de Darwin rediseña la historia de la evolución y recurre a su vasto conocimiento de la biología y del comportamiento social para revelar cómo la "selección de grupo" puede ser el único modelo que explique el origen del hombre, su dominación, y su posterior conquista del planeta...
(De la solapa y contraportada)
Por cierto, hablando de dominación y conquista del planeta por el hombre, el otro día leía los números de la ONU referidos a la evolución de la población mundial (millones de habitantes y año): 200 (1 d.C.), 1.000 (1804), 2.000 (1927), 3.000 (1.959), 4.000 (1974), 5.000 (1987), 6.000 (1.999), 7.000 (30.10.2011)... y con control de natalidad en China. Pronto, como en el camarote de los hermanos Marx: vayan cortándose las uñas que no cabemos.
Pero volvamos a lo que nos ocupa. Wilson se sirve de la vida y obra de Gauguin para la presentación de su ensayo y quiero suponer que se debe a una causalidad la lectura de este libro con el final de la exposición Gauguin y el viaje a lo exótico en el Museo Thyssen-Bornemisza de Madrid, sobre la que me quedé con ganas de hacer algún comentario en su momento.
Así pues les dejo aquí el prólogo del libro (que Deus me perdoe se é crime ou pecado, cantaba Amália Rodrigues) para que les entren ganas de comprarlo, y convenientemente ilustrado con desnudos del "salvaje".
Así pues les dejo aquí el prólogo del libro (que Deus me perdoe se é crime ou pecado, cantaba Amália Rodrigues) para que les entren ganas de comprarlo, y convenientemente ilustrado con desnudos del "salvaje".
Paul Gauguin, Parau api -Quelles Nouvelles?- (1892) 67 x 92 cm (Galerie Neue Meister, Dresde)
No
hay grial más escurridizo o precioso en la vida de la mente que la clave para
comprender la condición humana. Siempre ha sido costumbre de quienes lo buscan
explorar el laberinto del mito: para la religión, los mitos de la creación y
los sueños de los profetas; para los filósofos, la nuevas percepciones de la introspección y el razonamiento basados en ellos; para las artes creativas, las
afirmaciones basadas en un juego de los sentidos.
El
gran arte visual en particular es la expresión del viaje de una persona, una
evocación de sentimientos que no puede expresarse en palabras. Quizá en lo que
hasta la fecha está oculto se halla un significado más profundo, más esencial.
Paul Gauguin, cazador de secretos y famoso Hacedor de Mitos (como se le ha llamado), hizo ese intento. Su relato es un telón de fondo valioso para la
respuesta moderna que se ofrecerá en la presente obra.
A
finales de 1897, en Punaauia, a cinco kilómetros del puerto tahitiano de
Papeete, Gauguin se sentaba para plasmar en un lienzo su pintura mayor y más
importante. Estaba débil por la sífilis y una serie de ataques cardíacos que lo
habían extenuado. Sus fondos casi habían desparecido, y estaba deprimido por la
noticia de que su hija Aline había muerto recientemente de neumonía en Francia.
Gauguin
sabía que se le acababa el tiempo. Quería que ese cuadro fuera el último. De
manera que, cuando lo terminó, se dirigió a las montañas situadas detrás de
Papeete decidido a suicidarse. Llevaba consigo un frasco de arsénico que había
guardado, quizá sin saber lo dolorosa que puede ser la muerte causada por este veneno. Pretendía esconderse antes de ingerirlo, de manera que su cadáver no
fuera encontrado enseguida y pudiera ser devorado por las hormigas.
Paul Gauguin, Les seins aux fleurs rouges ou Deux tahitiannnes (1899) 94 x 72 cm (Metropolitan Museum, New York)
Pero
después se desdijo, y volvió a Punaauia. Aunque le quedaba muy poco tiempo de
vida, había decidido seguir adelante. Para sobrevivir, aceptó un trabajo en
Papeete, de seis francos al día, como administrativo del Ministerio de Obras
Públicas e Inspecciones. En 1901 se aisló todavía más y se mudó a la pequeña
isla de Hiva Oa, en el remoto archipiélago de las Marquesas. Dos años más tarde,
sumido en problemas legales, Paul Gauguin murió de un ataque al corazón causado
por la sífilis. Fue enterrado en el cementerio católico de Hiva Oa.
“Soy
un salvaje –escribió a un magistrado pocos días antes de su muerte-. Y la gente
civilizada lo sospecha, porque en mis obras no hay nada tan sorprendente ni
desconcertante como este aspecto de “salvaje a pesar de mí mismo”.”
Gauguin
había llegado a la Polinesia Francesa, a este casi imposible fin del mundo
(solo las islas Pitcairn y de Pascua son más remotas), para encontrar a la vez
la paz y una nueva frontera de expresión artística. Alcanzó la segunda, si no
la primera.
El
viaje de cuerpo y alma de Gauguin fue único entre los grandes artistas de su
época. Nacido en París en 1848, su madre medio peruana lo crió en Lima y
después en Orleans. Esta mezcla étnica ya ofrecía un atisbo de lo que iba a
venir. De joven se incorporó a la marina mercante francesa y viajó alrededor
del mundo a lo largo de seis años. Durante ese período, en 1870-1871, fue
testigo de la guerra franco-prusiana, en el Mediterráneo y en el mar del Norte.
A su retorno a París prestó primero poca atención al arte, para convertirse en
corredor de bolsa bajo el asesoramiento de Gustave Arosa, su adinerado tutor.
Su interés por el arte lo despertó y lo mantuvo Arosa, un importante
coleccionista de arte francés, entre cuyas obras figuraban las últimas del
impresionismo. Cuando el mercado de valores francés se hundió en 1882 y su
propio banco quebró, Gauguin se dedicó a pintar y empezó a desarrollar su
considerable talento. Inspirado en el impresionismo de pintores de grandeza
indudable (Pissarro, Cézanne, Van Gogh, Manet, Seurat, Degas), se esforzó para
unirse a sus filas. Mientras viajaba aquí y allá, de Pontoise a Ruán, de
Pont-Aven a París, creó retratos, naturalezas muertas, paisajes en una obra
cada vez más fantasmagórica, que presagiaba el Gauguin que estaba por llegar.
Paul Gauguin, Nevermore -O Taiti- (1897) 50 x 116 cm (Courtauld Institute of Art, Londres)
Pero
Gauguin estaba descontento con el resultado, y permaneció muy poco tiempo en
compañía de sus deslumbrantes contemporáneos. No se había hecho rico y famoso
por su propio esfuerzo, aunque, como declararía más tarde, sabía que era un
gran artista. Anhelaba una vida más sencilla y más fácil para encontrar su
destino. París, escribió en 1886, “es un desierto para un hombre pobre. (...)
Me voy a Panamá para vivir la vida de un nativo. (...) Me llevaré mis pinturas
y mis pinceles y me revigorizaré lejos de la compañía de los hombres.
No
fue solo la pobreza lo que alejó a Gauguin de la civilización. En el fondo era
un alma inquieta, un aventurero, siempre ansioso de encontrar lo que había más
allá del lugar en el que vivía. En arte, por consiguiente, era un
experimentalista. En sus peregrinaciones era atraído por el exotismo de las
culturas no occidentales, y quería sumergirse en ellas en busca de nuevos modos
de expresión visual. Pasó un tiempo en Panamá y después en la Martinica. De
regreso a su hogar, solicitó un puesto en la provincia de Tonkín, en la actualidad Vietnam del Norte, que entonces era gobernada por Francia. Al no
conseguirlo, se dirigió finalmente a la Polinesia Francesa, el último paraíso.
El
9 de junio de 1891, Gauguin llegó a Papeete y se sumergió en la cultura
indígena. Con el tiempo se convirtió en defensor de los derechos de los
nativos, y por lo tanto en un alborotador a los ojos de las autoridades
coloniales. Pero mucho más importante fue que se convirtió en pionero de un
nuevo estilo denominado primitivismo: plano, pastoral, a menudo de colores
violentos, simple y directo, y auténtico.
No
obstante, no podemos eludir la conclusión de que Gauguin buscaba algo más que
ese nuevo estilo. Estaba asimismo profundamente interesado en la condición
humana, en lo que era en realidad, y en cómo retratarla. Los escenarios de la
Francia metropolitana, especialmente París, constituían un paisaje de mil voces
que clamaban para conseguir la atención, en el que la vida intelectual y
artística estaba regida por autoridades reconocidas, cada una de ellas
enraizada en su propia parcela de pericia. Al sentir de Gauguin, nadie podía
hacer una nueva unidad a partir de esa cacofonía.
Paul Gauguin, Annah la Javanaise -Aita parari te tamari vahine Judith- (1894) 116 x 81 cm (Colección Privada, Suiza)
Sin
embargo, eso podría hacerse en el mundo de Tahití, muchísimo más simple, pero
aun así totalmente funcional. Allí, posiblemente, se podría cortar hasta la
roca madre de la condición humana. En ese aspecto, Gauguin era como Henry David
Thoreau, quien
anteriormente se había retirado a su minúscula cabaña a orillas del estanque
Walden, “para afrontar solo los hechos cruciales de la vida, y ver si acaso
podía yo aprender aquello que esta tenía que enseñar (...) para hacer un gran
papel y salir airoso, para arrinconar a la vida y reducirla a sus términos más
bajos”.
Esta
percepción la expresa mejor Gauguin en su obra de arte de tres metros y medio
de ancho. Observemos atentamente sus detalles. Contiene una serie de figuras
distribuidas frente a una tenue mezcla de paisajes tahitianos, montaña y mar.
La mayoría de las figuras son femeninas (este es el Gauguin de Tahití). A la
vez realistas y surrealistas, representan el ciclo de vida humano. El artista
intenta que las veamos de derecha a izquierda. Un niño en el extremo derecho
representa el nacimiento. En el centro se ha colocado un adulto de sexo
ambiguo, con los brazos levantados, un símbolo de la aceptación individual de
sí mismo. Junto a él, a la izquierda, una pareja que coge y come manzanas es el
arquetipo de Adán y Eva, en busca del saber. Más a la izquierda, representando
a la muerte, una mujer anciana se halla encorvada, apesadumbrada y desesperada
(se cree que fue inspirada por el grabado de 1514 Melancolía, de Alberto
Durero).
Un
ídolo de color azulado nos contempla desde el fondo de la izquierda, con los
brazos levantados ritualmente, quizá benigno o quizá maligno. El propio Gauguin
describió su significado con reveladora ambigüedad poética:
“El
Ídolo está aquí no como una explicación literaria, sino como una estatua, quizá
menos estatua que las figuras animales; menos animal también, transformándose
en uno en mi sueño, frente a mi choza, con toda la naturaleza, dominando nuestra
alma primitiva, el consuelo imaginario de nuestros sufrimientos y lo que contienen de valor y de incomprensible ante el misterio de nuestros orígenes y
nuestro futuro". (La cursiva es de Gauguin.)
En
el extremo superior izquierdo del lienzo escribió el famoso título: D’où Venons
Nous / Que Sommes Nous / Où Allons Nous. El
cuadro no es una respuesta. Es una pregunta.
Paul Gauguin, D'où venons nous Que sommes nous Où allons nous (1897) 139 x 374 cm (Museum of Fine Arts, Boston)
jueves, 14 de febrero de 2013
Discos dedicados
Canción infantil... para despertar a una paloma morena de tres primaveras
(que hoy, día de San Valentín, ha cumplido diecisiete)
Y bueno, pues, un día más que se va colando de contrabando.
Y bueno, pues, adiós a ayer y cada uno a lo que hay que hacer.
Tú enciende el sol, tú tiñe el mar, y tú descorre el velo que oscurece el cielo, y tú ve a blanquear la espuma y la nube, la nieve y la lana, y tú conmigo a cantar la mañana.
Y bueno, pues, adiós a ayer y cada uno a lo que hay que hacer.
Tú enciende el sol, tú tiñe el mar, y tú descorre el velo que oscurece el cielo, y tú ve a blanquear la espuma y la nube, la nieve y la lana, y tú conmigo a cantar la mañana.
Tú a dibujar el trigo y la flor. Tú haces de viento, dales movimiento, y tú les das color. Tú amasa los montes, tú al pozo a baldear y tú conmigo y el gallo a cantar...
Que hay que empezar un día más. Tire pa'lante que empujan atrás.
Que hay que empezar un día más. Tire pa'lante que empujan atrás.
Y póngase el calcetín paloma mía y véngase a cocinar el nuevo día. Todo está listo, el agua, el sol y el barro, PERO SI FALTA USTED NO HABRÁ MILAGRO.
Si le falta a usted un mundo enfermo y con canas, quién va a hacerle la cama y quién le peinará la frente y quién le lavará la cara. Si falta su risa para echarlo a andar, venga conmigo y el gallo a cantar...
Que hay que empezar un día más. Tire pa'lante que empujan atrás.
Y póngase el calcetín paloma mía y véngase a cocinar el nuevo día. Todo esta listo, el agua, el sol y el barro, PERO SI FALTA USTED NO HABRÁ MILAGRO.
Y póngase el calcetín paloma mía y véngase a cocinar el nuevo día. Todo esta listo, el agua, el sol y el barro, PERO SI FALTA USTED NO HABRÁ MILAGRO.
Este LP de Joan Manuel Serrat, sexto en español y último editado con el sello Zafiro/Novola, es conocido por diversos nombres: Serrat 74 por el año en que apareció, Para vivir por el tema que cierra la grabación, y también con el del primero, Canción infantil, que aparece aquí en el lomo del Cd dándole título. Todos los temas están compuestos por Serrat, con arreglos y dirección musical de Ricard Miralles: 1. Canción infantil... para despertar a una paloma morena de tres primaveras - 2. Soneto a mamá - 3. De parto - 4. Campesina - 5. Arena y limo - 6. Romance de Curro "El Palmo" - 7. Hermano que te vas a California - 8. Decir amigo - y 9. Para vivir. El décimo tema, Edurne, es un añadido del Cd que no se incluía en el vinilo original. Es uno de mis primeros Lp's y uno de mis preferidos.
martes, 12 de febrero de 2013
miércoles, 6 de febrero de 2013
Cosme (Antonio Covarsí 1)
EXPOSICIÓN FOTOGRÁFICA
CARNAVAL DE BADAJOZ
Caja de Badajoz - MEIAC
Antonio Covarsí (Badajoz 1951-2006)
martes, 5 de febrero de 2013
domingo, 3 de febrero de 2013
Nem às paredes confesso
António Zambujo: O mesmo fado (2002), Por meu cante (2004),
Outro sentido (2007), Guia (2010) y Quinto (2012).
António Zambujo nació en Beja (Baixo-Alentejo, Portugal) en septiembre de 1975 y creció oyendo el cante alentejano. A los ocho años comenzó estudios de clarinete en el Conservatório Regional al tiempo que se apasionaba por el fado con las interpretaciones de Amália Rodrigues, Maria Teresa de Noronha, Alfredo Marceneiro y João Ferreira Rosa. Habituado a cantar en su círculo familiar y de amistades, con apenas 16 años ganó el concurso de fado de su ciudad natal y al terminar los estudios de clarinete se fue a Lisboa, donde fue aceptado en el conocido Clube de Fado del barrio de Alfama. Durante cuatro años, primero en Lisboa y después de gira por todo el país, interpretó el papel de Francisco Cruz, primer marido de Amália Rodrigues, en el musical Amália que cuenta la vida de la diva...
Fado, morna, bossa nova y jazz: elegante sencillez que recuerda a Caetano Veloso.
Nem às paredes confesso (fado del repertorio de Amália Rodrigues). Letra: Maximiano de Sousa 'Max'; música: Ferrer Trindade y Artur Ribeiro. Directo de António Zambujo en la presentación de su disco Outro sentido (considerado por la revista Songlines “Top of the World Album”) en el Teatro Municipal São Luiz de Lisboa el 21 de diciembre de 2008.
Aquí dejo mi traducción de la letra:
Aquí dejo mi traducción de la letra:
No quieras quererme sin que te lo pida, ni me des nada que a la postre no merezca; a ver si después vas a hacer que me sienta culpable. Esto que digo es sincero porque no quiero darte un disgusto.
A quien yo quiero NI A LAS PAREDES SE LO CONFIESO, e incluso afirmo que a nadie quiero. Puedes rogar, puedes llorar o también puedes sonreir, mas a quien yo quiero ni a las paredes se lo confieso.
Quien sabe si te olvidé o si te quiero. Quien sabe si por ti es por quien yo espero. A fin de cuentas si te quiero o no es asunto mío. Mas aunque pienses que me convences nada te digo.
A quien yo quiero NI A LAS PARECES SE LO CONFIESO...
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