domingo, 3 de junio de 2012

Contumaz anacronismo

       “Calcúlese un cristo ya macilento para
       cada dos personas. Se le extraen las
       alcayatas y se le separa de la cruz, que
       dejaremos aparte. Los estigmas pueden
       mecharse con tocino. Se desencostra
       con agua tibia y se seca cuidadosamente.
       En una fuente de horno y sobre lecho de
       cebollas colocaremos el cristo, al que
       untaremos con abundante mantequilla.
       Una vez salpimentado pueden añadírsele
       especias y finas hierbas al gusto. Se deja
       al horno moderado durante tres días, al
       cabo de los cuales sale completamente
       solo”.
                                         (Ilustración de Milo Manara)

Así empieza un cortometraje realizado en 1977 por Javier Krahe: una voz en off va explicando las imágenes de la receta para cocinar un cristo. El corto se rodó para el Festival de Cádiz de ese año pero no pasó la censura: aquellos eran otros tiempos. Pero, a la espera de aprobarse la Constitución, España empezaba a permitirse ciertas irreverencias para con el, hasta ese momento, único credo permitido y obligatorio.

En diciembre de 2004, las imágenes se emitieron como telón de fondo de una entrevista al cantante en el programa de televisión Lo + Plus y el video terminó en los tribunales. El Centro Jurídico Tomás Moro (“cristianizando el derecho, cristianizando la sociedad”, y en defensa de “la libertad religiosa” y de “la dignidad de la persona, de la familia y de los derechos humanos”) interpuso, invocando el artículo 525 del Código Penal, una querella criminal por “ofensa a los sentimientos de los miembros de una confesión religiosa” y “escarnio de dogmas, creencias o ritos” (o sea, escarnio de lo religioso = blasfemia). El caso ha sido sobreseído y archivado varias veces  pero hete aquí que, resucitado ocho años después por un juez contumaz y anacrónico, ha llegado a la Audiencia Provincial de Madrid que celebró vista oral esta semana.

Félicien Rops - La tentación de san Antonio (1878)

Ya reconocía el Catecismo patriótico español que “con la gran Cruzada (con mayúsculas según prescribe el recién cocido Diccionario Biográfico Español de la RAH) esos enemigos han quedado vencidos, pero no aniquilados”. El hereje (etimológicamente “el que piensa por sí mismo”) Javier Krahe, no aniquilado aún aunque “fuera de la grey” (congregación de los fieles cristianos bajo sus legítimos pastores), compone nuevos versos para cantar en la sala Galileo Galilei (otro hereje) de Madrid: "El señor no es mi pastor / Yo no soy un borrego".

No se lo tomen a broma: en algunos países, la irreverencia hacia personajes, artefactos, costumbres y creencias religiosas es delito que cuesta la vida. La alternancia democrática azuzada por la crisis económica nos trae de nuevo, como añadido de este neoliberalismo insolidario que "está reescribiendo las normas", desinformación e intolerancia: malos tiempos para la lírica y a comulgar a hostias con ruedas de molino. Dejo aquí estas crucificadas por si alguno quiere meterlas al horno sobre lecho de cebollas, rebozarlas en huevo para pasarlas por la sartén o simplemente asarlas a la piedra. Continúa la pertinaz sequía...  pero no pierdan la sonrisa.

František Drtikol - Sin título (1913)

La Mandrágora fue un soplo de aire fresco que forma parte de la historia musical de una gran mayoría de los españoles de mi generación. Javier Krahe, autor/adaptador de la mayoría de los temas, Alberto Pérez, con unos duduás antológicos, y Joaquín Sabina en sus comienzos, acompañados por el guitarrista Antonio Sánchez, intercambian voces y suenan cazús para interpretar con sencillez y frescura unas cuidadas y divertidas letras. El grupo y el álbum, grabado en directo y editado en 1981, toman el nombre del local situado en la Cava Baja del barrio de La Latina de Madrid, en cuyo sótano actuaban los tres cantautores.
  
Un disco para volver a escuchar con las letras por delante que están AQUÍ.

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