jueves, 12 de julio de 2012

Toto Estirado + (III)

 
Toto Estirado, Autorretrato (1993) 40 x 27 cm,  óleo sobre táblex.

   Lo primero que sobre Toto Estirado aparece por internet es la www.totogallery.com de Paco Portalo, realizada en las Navidades de 1997 y ¡con traducción a varios idiomas! Al respecto me escribe Paco: "La idea de esta primigenia galería de arte virtual fue, claro está, la de rendir un homenaje a mi amigo Toto, haciendo un reconocimiento expreso de su arte y vida. En un principio pretendía tenerla más atendida, pero al cabo del tiempo ha quedado como un monumento funerario que, de momento, no me atrevo a retocar, aunque es uno de los muchos proyectos pendientes... proyecto perenne que melancólicamente veo como una tumba donde crecen la malva y otras trepadoras". Además del interesante contenido publicado, el portal tiene el mérito de estar realizado en los primeros tiempos de la popularización de la red, cuando los dispositivos y herramientas para la edición eran mucho más rudimentarios.
   En esta recopilación de cosas sobre Toto que me traigo entre manos, todo el contenido de esta entrada es una apropiación que perpetro con la amable generosidad de Paco. Me limito a retocar un poco las imágenes y a copiar y pegar los textos: una emotiva reseña de Teresa Covarsí y la "epopeya folclórica" de Paco Portalo “Doctorsito, tócate un blues en LA” publicado en el número 4 de la revista literaria Tamar (Abril 2004). Gracias Paco.

Toto Estirado, Árboles I (1979) 54 x 65 cm,  óleo sobre táblex.

Toto Estirado, Florero (1980) 62 x 50 cm, óleo sobre táblex.

   Los cuadros, excepto el autorretrato que encabeza este post, están ordenados de forma cronológica. En estos dos primeros, "Árboles I" (1979) y "Florero" (1980), vemos todavía a un Toto neo-expresionista que irá evolucionando hacia ese fovismo posterior, tan característico suyo, de colores primarios bordeados con trazo negro.

Toto Estirado, Flor de noche (1987) 48 x 62 cm, óleo sobre lienzo.

"Toto" por Teresa Covarsí.

   No era fácil conocer a Toto; reservado, austero, de sonrisa cerrada pero siempre cierta, de compleja y sólida personalidad. Nunca intentó ganar el aprecio de nadie con formas de simpatía, sí se lo ganaba cuando se sabía apreciar su honestidad fundamental, su bendita locura, su lealtad, sin sumisión, hacia sus amigos. Aspero con aquellos que no le ofrecían confianza, de sana chulería torera, nacida desde una afición por el mágico y ancestral arte de la tauromaquia, adquirida y gravada en su Sevilla juvenil e inolvidable.
   De su idilio tormentoso con la pintura, surgió una compulsión, una necesidad de buscar incansablemente los escorzos más insólitos para plasmar la expresión de desamparo, soledad y ternura en los paisajes de sus cuadros.
   Y hasta el final, hombre lleno de sí mismo, no cambió su modo de estar. Defendió el derecho de vivir fiel a sí mismo hasta el último momento, de valiente y serena aceptación de su destino, no porque se hubiera bajado del carro en marcha, sino porque esa dama pérfida llamada enfermedad le había descabalgado.
   Fue Toto un gran artista, y si algunos consideran hiperbólica esta forma de adjetivar, motivada por un tremendo vacío que se llama dolor o rabia por su ausencia, les emplazo a esperar el veredicto de los críticos que han de analizar, sin adherencias sentimentales, su obra plástica.
   Y ahora , sin saber por qué, pasa por mi mente la imagen fugaz de su cuadro titulado "La flor de la noche"; de él sólo retengo su perfume inseguro, un perfume melancólico de sombras y luna mediterranea, que un día, quién sabe cuándo, el viento implacable del olvido borrará en silencio y dejará abatidos a sus amigos verdaderos.

Toto Estirado, La heroína (1990) 64 x 50 cm, técnica mixta sobre papel.

Toto Estirado, Árboles II (1991) 30 x 40 cm, óleo sobre táblex.

"Doctorsito, tócate un blues en LA" por Paco Portalo. 

   Corrían, y cómo, aquellos años del Badajoz tardío y siguiendo la liturgia de muchas otras tardes nos encontrábamos de “festivalillo” en el Bar Tabares de la calle Ramón Albarrán. El “festivalillo”, que era faena temprana, consistía en beber ginebra con limón mientras se iban lidiando los distintos temas que salían a la conversación. Aquella tarde nos ocupaba una discusión sobre el número de pases que el maestro le dio a un novillo en la plaza de La Corte.
   Manolo encornando los brazos con recia estampa torera afirmaba: “Era un tío, en punta…y no iba por la derecha”, remataba.
   Toto, que hacía de banderillero en la cuadrilla, con esa gracia singular que tenía para el toreo de salón indicaba al maestro la fórmula mágica para haber alargado la faena unos pases más, ejecutando en el centro del bar todo tipo de suertes que los parroquianos aceptaban en mayor o menor grado.
   La discusión subía de tono como la canal del trieño, y yo agazapado en el burladero de la conversación no tuve otra ocurrencia que recordar la salida que tuvimos de la plaza y lo airado de los mozos del pueblo que pensaban, en voz muy alta, que el berrendo tenía más pases de los que allí se dieron.
   De lo acelerado de la salida puedo dar fe, pues aquel mini rojo donde nos agolpábamos maestro, sobresaliente, banderilleros y yo, que era el conductor, rápidamente atisbó las colinas del campo de San Isidro.
   En estas estábamos mientras recorríamos el eje taurino pacense que nos llevó por Martín Cansado hasta “El Quite”, subiendo después al “Club Taurino” y por Sepúlveda a “ La Cabeza del Toro”, para acabar en “El Paraíso” cuando la tarde ya era noche.

Toto Estirado, Flores (1991) 30 x 20 cm, óleo sobre táblex.

Toto Estirado, Paisaje urbano (1992) 46 x 55 cm, óleo sobre lienzo.

   No sé en qué momento aparecieron los músicos con sus instrumentos pero recuerdo que Toto dirigiéndose a José Luis, que era el que llevaba la guitarra, le dijo:” Doctorsito, tócate un blus en LA”. El caso es que entre cante y cante fuimos cogiendo aire, y la discusión de si fueron más, menos o los justos pases los que se dieron aquella tarde en Corte de Peleas quedó relegada por lo agradable de la compañía.
   Los Tramp, que así se llamaban porque Nacho había trabajado en una discoteca Londinense con el mismo nombre, iban a una entrevista para presentar sus últimos temas o quizás a promocionar alguna próxima actuación, el caso es que hicimos peña y con ellos nos fuimos Meléndez Valdés abajo hasta llegar a la Radio.
   Al entrar tanta gente con la correspondiente algarabía alguien de la casa preguntó con seriedad a Rafa quiénes eran los acompañantes, a lo que éste o Juande no recuerdo bien, contestaron que Toto era el director espiritual del grupo, asintiendo Nachete que llevaba las baquetas en la mano. El caso es que fuimos bien recibidos músicos, toreros y conductores, y los periodistas se frotaron las manos murmurando “con tanto material tenemos la noche resuelta”.
   Los músicos nos deleitaban con sus canciones y los toreros hablaron de la fiesta, viendo Toto enseguida la conveniencia de montar un espectáculo taurino-musical donde se lidiarían dos novillos a los que juraba, con su procedimiento habitual, “que mi padre dé cinco saltos en la sepultura”, cortaría orejas, rabo y pata como, contó detalladamente, hizo en su juventud en la plaza de Villar del Rey. Manolo, que no veía con buenos ojos aquella mezcla próxima a la charlotada, pidió a Toto que no lo nombrara, circunstancia que por supuesto no respetó encendiéndose de nuevo la mecha de la discusión.

Toto Estirado, Plaza I (1992) 60 x 80 cm, óleo sobre táblex.

Toto Estirado, Plaza II (1992) 55 x 46 cm, óleo sobre lienzo.

   Y siendo ya buena madrugada, muchas las plazas y próximos al descabello pues claro, al final se llegó a lo de los pases, y se montó un guirigay al que los radiofonistas no sabían como poner fin. “Que estamos en directo, que estamos en directo“ repetían una y otra vez.
   Con la discusión bien alta mientras salíamos de la emisora, por aquel largo pasillo, nos percatamos que una “lechera” con sus dos “grises” esperaban en la misma puerta y llamando nuestra atención preguntaron: “¿Vosotros sois los de la radio?”.
   A Toto, que venía detrás relatando no sé qué sobre “cristianos y cartaginenses”, al darse cuenta de la estampa se le abrió la caja de los truenos y mezclando los pases de la Corte con los maniqueos, los Rolling con los fascistas y no sé cuantas cosas más, con una coherencia que nosotros éramos incapaces de descifrar, empeoraba lo que parecía ser una hecatombe.
   La verdad es que estábamos acojonados. Manolo, persona cabal hasta en los momentos difíciles, capoteaba al Toto como buenamente podía y los policías ante nuestro asombro se descojonaban de risa.
   Parece ser que estuvieron siguiendo el programa y les causó tanta gracia que modificaron la ronda para venir a conocernos. No recuerdo qué pasó después, seguramente nos tomaríamos la última escuchando algunos blues en LA mientras Toto relataba por Lorca aquello de “están los viejos cuchillos tiritando bajo el polvo”.

Dos fotografías de un joven Toto Estirado (Sevilla, 1963)
y una tercera más cercana en el tiempo.

3 comentarios:

  1. Felicito a Carlos por el trabajo que está realizando, en otros post y sobre todo en esta serie sobre José Antonio Estirado Cruz.
    Ya va siendo hora de plantearse seriamente el estudio de la obra y vida del Artista, con una visión más clara, y por supuesto alejada, de lo que la oficialidad a pretendido hasta la fecha.
    El trato displicente/complaciente de cronistas y críticos locales obvia una realidad innegable. La obra de Estirado nos aproxima a muchas de las corrientes pictóricas del siglo XX y son escasos en nuestra tierra autores con ese recorrido.
    Un saludo
    Morgañol

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    1. Gracias. "La obra de Estirado nos aproxima a muchas de las corrientes pictóricas del siglo XX": totalmente de acuerdo contigo. Toto es cabal conocedor de las tendencias, corrientes y artistas de su tiempo y, sin complejos, muestra abiertamente estas influencias en su obra.

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  2. Todo ello coronado, en su momento, con la exposición

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