martes, 31 de julio de 2012

Calvinismo


Italo Calvino, Las ciudades invisibles: "Las ciudades sutiles. 4".

La ciudad de Sofronia se compone de dos medias ciudades. En una está la gran montaña rusa de ríspidas gibas, el carrusel con el haz estrellado de sus cadenas, la rueda con sus jaulas giratorias, el pozo de la muerte con sus motocicletas cabeza abajo, la cúpula de circo con su racimo de trapecios colgando en el centro. La otra media ciudad es de piedra y mármol y cemento, con el banco, las fábricas, los palacios, el matadero, la escuela y todo lo demás. Una de las medias ciudades está fija, la otra es provisional y cuando ha terminado su tiempo de estadía, la desclavan, la desmontan y se la llevan para trasplantarla en los terrenos baldíos de otra media ciudad.

Así todos los años llega el día en que los peones desprenden los frontones de mármol, deshacen los muros de piedra, los pilones de cemento, desmontan el ministerio, el monumento, los muelles, la refinería de petróleo, el hospital, los cargan en remolques para seguir de plaza en plaza el itinerario de cada año. Ahí se queda la media Sofronia de los tiros al blanco y los carruseles, con el grito suspendido de la navecilla de la montaña rusa invertida, y empieza a contar cuántos meses, cuántos días tendrá que esperar antes de que la caravana regrese y la vida entera vuelva a empezar.

M. C. Escher, Day and night (1938)

Ya hace mucho supe de Italo Calvino con "El barón rampante", segunda parte de su trilogía de fábulas "Nuestros Antepasados" (la primera fue "El vizconde demediado" -dimezzato, en italiano- y la tercera "El caballero inexistente"): Cósimo Piovasco de Rondó, a la temprana edad de 12 años, rebelándose contra la tiranía familiar, se encarama a una encina del parque de la casa paterna... y no vuelve nunca a bajarse de los árboles ni aún en su muerte. Sin embargo este empecinamiento no lo convierte en un misántropo; antes al contrario, el barón es un personaje participativo, consagrado al bienestar de los otros, pero guardando siempre una distancia que permite ver mejor las cosas.

Más tempranamente que Cósimo y quizá rebelándome también contra la tiranía familiar, yo fui un niño rampante: mi infancia son recuerdos del jardín de un chalet de Badajoz; había melias y acacias mimosas (también un limonero, benjamín aún, sujeto a un rodrigón, que me temo no tuviera tiempo de madurar antes del derribo). Pero mi árbol no fue una encina sino una enorme morera a la que me encaramaba ayudado por unas puntas que había clavado con una piedra al tronco. Me gustaba permanecer al resguardo de su frondosa copa las luminosas mañanas frescas del verano y observar el suelo desde cierta distancia... Pero dejemos de andarnos por tan poéticas ramas y volvamos a lo que íbamos.


M. C. Escher, Balcony (1945)

Posteriormente quedé prendado de los relatos agrupados con el título "Los amores difíciles" (veo el volumen profusamente subrayado con una anotación bajo el título que dice "excelente, el relato minucioso de la normal cotidianeidad" pero no pude con "Todas las cosmicómicas". Sí me interesó "Por qué leer los clásicos" ("un clásico es un libro que nunca termina de decir lo que tiene que decir") que forma parte de los volúmenes de textos inéditos que dejó Calvino al fallecer en 1985 y que presenta gran parte de los ensayos y artículos del autor sobre "sus clásicos".

En uno de los Babelia del pasado mayo, dedicado a la última Feria del Libro de Madrid, apareció una selección de Justo Navarro de libros de autores italianos, todos conocidos, titulada "Medio siglo en ocho fuentes". De "Las ciudades invisibles" (Ediciones Siruela, colección Biblioteca Calvino nº 3) escrito en 1972, dice que según Natalia Ginzburg es el libro más bello de Calvino y que aceptando la confusión de géneros, es interesante confrontar "Las ciudades..." con la mejor poesía que entonces se publicaba.

M. C. Escher, Print gallery (1947)

Clasificadas en 11 series, cada una de 5 textos numerados, se describen desordenadas 55 ciudades imaginarias con nombre de mujer, fuera del espacio y del tiempo. Libro poliédrico, vale tanto empezar por el principio como por el final o por el medio: hay que dar vueltas hasta perderse, pero sobre todo releer.

La leve trama argumental, destacada en cursiva, es la descripción de los encuentros del viajero Marco Polo con Kublai Kan, emperador de los tártaros, para dar cuenta de sus viajes por las ciudades del imperio. Pero pronto el Gran Kan advierte el mecanismo de las narraciones del viajero y ya "su mente partía por cuenta propia, y desmontaba la ciudad parte por parte, la reconstruía de otro modo, sustituyendo ingredientes, desplazándolos, invirtiéndolos. Entretanto Marco seguía contando su viaje, pero el emperador ya no lo escuchaba, lo interrumpía: De ahora en adelante seré yo quien describa las ciudades y tú verificarás si existen y si son como yo he pensado".

"Las ciudades son un conjunto de muchas cosas: memorias, deseos, signos de un lenguaje; son lugares de trueque, como explican todos los libros de historia de la economía, pero esos trueques no lo son sólo de mercancías, son también trueques de palabras, de deseos, de recuerdos. Mi libro se abre y se cierra con las imágenes de ciudades felices que cobran forma y se desvanecen continuamente, escondidas en las ciudades infelices", dice Calvino en la nota preliminar.

M. C. Escher, Convex and concave (1955) 

Italo Calvino, Las ciudades invisibles: "Las ciudades y los intercambios. 2".

En Cloe, gran ciudad, los personas que pasan por las calles no se conocen. Al verse imaginan mil cosas las unas de las otras, los encuentros que podrían ocurrir entre ellas, las conversaciones, las sorpresas, las caricias, los mordiscos. Pero nadie saluda a nadie, las miradas se cruzan un segundo y después huyen, buscan otras miradas, no se detienen.

Pasa una muchacha que hace girar una sombrilla apoyada en su hombro, y también un poco la redondez de las caderas. Pasa una mujer vestida de negro que representa todos los años que tiene, los ojos inquietos bajo el velo y los labios trémulos. Pasa un gigante tatuado; un hombre joven con el pelo blanco; una enana; dos mellizas vestidas de coral. Algo corre entre ellos, un intercambio de miradas como líneas que unen una figura con otra y dibujan flechas, estrellas, triángulos, hasta que en un instante todas las combinaciones se agotan y otros personajes entran en escena: un ciego con un guepardo sujeto por una cadena, una cortesana con abanico de plumas de avestruz, un efebo, una mujer descomunal. Así entre quienes por casualidad se juntan bajo un soportal para guarecerse de la lluvia, o se apiñan debajo del toldo del bazar, o se detienen a escuchar la banda en la plaza, se consuman encuentros, seducciones, copulaciones, orgías, sin cambiar una palabra, sin rozarse con un dedo, casi sin alzar los ojos.

Una vibración lujuriosa mueve continuamente a Cloe, la más casta de las ciudades. Si hombres y mujeres empezaran a vivir sus efímeros sueños, cada fantasma se convertiría en una persona con quien comenzar una historia de persecuciones, de simulaciones, de malentendidos, de choques, de opresiones, y el carrusel de las fantasías se detendría.

 
M. C. Escher, Reptiles (1943)

 Maurits Cornelis Escher, más conocido como M. C. Escher
 (Leeuwarden, Países Bajos, 1898 - Hilversum, Países Bajos,
 1972), artista holandés, famoso por sus grabados en madera,
 xilografías y litografías que tratan sobre figuras imposibles,
 teselados y mundos imaginarios. Su obra experimenta con
 diversos métodos de representar perspectivas y espacios
 paradójicos. No fue un estudiante brillante y sólo llegó a
 destacar en las clases de dibujo. Comenzó estudios de
 arquitectura que abandonó poco después para interesarse
 por las artes gráficas. Adquirió unos buenos conocimientos
 de dibujo y destacó en la técnica de grabado en madera que
 llegó a dominar con gran maestría: a lo largo de su carrera
 realizó más de 400 grabados y también unos 2.000 dibujos
 y borradores.

 Paisajes: perspectivas y figuras imposibles.
 Metamorfosis y Ciclos: simetría y equilibrio. 

 M. C. Escher, High and low (1947)

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