Joaquín Sorolla - Desnudo de mujer -Clotilde- (1884)
El valenciano Joaquín Sorolla (1863-1923), con más de 2.200 obras catalogadas, ha sido uno de los pintores españoles más prolíficos. Por su característica atención a los efectos de la luz, su madurez artística se define como "luminista", término utilizado para etiquetar el estilo de los últimos pintores impresionistas o neoimpresionistas de finales del siglo XIX y comienzos del XX.
Desde el pasado marzo y hasta el próximo abril, la exposición "Clotilde de Sorolla" en el museo del pintor en Madrid, muestra más de una treintena de lienzos junto a numerosos dibujos, fotografías, notas y objetos del pintor y su pareja. Además de musa, esposa, madre y mujer avanzada para su tiempo, Clotilde García del Castillo es la artífice del museo que lleva el nombre de su marido cuando en 1925 dictó testamento donando todos sus bienes al Estado español para fundar el centro.
El lienzo inacabado mostrado arriba acaba de ser rescatado y
se expone por primera vez. Como por aquí un bochonorso calor, venido de golpe
que no de improviso pues cada año ocurre así en mayo, añade a mi natural pereza una coyuntural desgana, aprovecho que los ados me ponen a uevo un estupendo análisis escrito por Suzana Mihalic en el último XLSemanal para la serie
"Como mirar un cuadro" que, sin sonrojarme lo más mínimo, reproduzco íntegro a continuación a fin de evitarme nuevos esfuerzos.
Sorolla trabajando con Clotilde de modelo (1904)
1. La esposa: una modelo anónima.
Sorolla hizo numerosos retratos de su mujer, Clotilde, a lo largo de su vida. Algunos eran cuadros formales en los que ella siempre aparecía como una mujer elegante, moderna y cosmopolita. En otros, como en esta escena íntima en la que aparece como una modelo anónima, irrumpe en toda su voluptuosidad. La obra es de 1884 y ha sido rescatada de los almacenes del museo. Por el perfil y otros detalles, los expertos confirman que se trata de Clotilde García del Castillo.
2. La composición: en vertical.
El cuerpo de una joven Clotilde fue pintado cuatro años antes de que ella y el artista contrajeran matrimonio. Ocupa toda la composición en vertical, con un cuerpo estilizado, girado ligeramente hacia la derecha. Los brazos, estirados en un gesto natural y espontáneo, colocan una vasija de cerámica en un estante. Su cuerpo, sólido y equilibrado, que evoca a las estatuas de la Antigüedad, parte el lienzo por la mitad.
3. El género artístico: el desnudo.
Sorolla pintó muchos desnudos, sobre todo de sus hijos, jugando o nadando en la playa, y también de Clotilde. Su estancia en Roma a partir de 1885 le permitió descubrir a los grandes maestros -antiguos y modernos- de la figura humana, lo que influyó en la forma en la que empezó a representarla, como en esta obra, hasta hacer del escultórico cuerpo de Clotilde, con sus curvas y su pliegues, una figura con reminiscencias mitológicas.
4.- El color: tonos luminosos.
El cuadro es muy luminoso, con un foco de luz concreto, como si los rayos del sol entraran a través de una ventana para iluminar una parte del cuerpo con más intensidad. La claridad contrasta, sobre todo, con el pelo negro de Clotilde. Los tonos de todo el segundo plano -la cortina, las vasijas y el suelo- se funden en una paleta casi monocroma, con tonos grises y verdosos, con algunas pinceladas con pigmento rojo sobre el cuerpo.
5. La pincelada: amplia y gruesa.
En la época de Sorolla se produjeron cambios en los estilos artísticos que dieron una gran libertad al artista para experimentar. Esta libertad rompe con las formas rígidas de las técnicas anteriores y permite variar el trazo. Aquí hay claros contrastes entre pinceladas gruesas y pastosas (con varias capas de pintura) y otras, casi transparentes y rápidas, como las que, con un solo movimiento, sugieren la sombra de una vasija en la esquina superior izquierda.
6. El espacio: el cuadro inacabado.
En la esquina inferior de la izquierda observamos una parte del lienzo que permanece en blanco, en contraste con la esquina opuesta, con un profundo tono negro. Resalta el volumen del espacio, por lo poco habitual que es que Sorolla deje inacabada alguna parte del lienzo. Este detalle resalta, tal vez, la gran importancia que tenía para el pintor la figura central de su mujer y lo poco relevante que le resultaba el resto.
En fin, algo parecido a lo que concluíamos en el post anterior referido a las majas gitanas: que las mujeres desnudas generan resplandor, con el que nos alumbran y nos encienden a un tiempo. Y esto no sólo es achacable al objeto sino que también la mirada tiene su culpa: "Ando cojo, me faltan tu sereno juicio y tus apasionados besos", le escribía un arrebatado Sorolla a su Clotilde.
Joaquín Sorolla - Desnudo de mujer en rosas -¿también Clotilde?- (1902)
No hay comentarios:
Publicar un comentario