Tara Lynn, modelo XXL
EL COÑO DE ALMA por Gustavo Malo.
A Juan Manuel de Prada por “Coños”, de dónde me permití robar alguna metáfora.
Alma no tiene el coño trilabiado como a simple vista pudiera parecer. Lo que pasa es que tiene un clítoris enorme, del tamaño de un dedo pulgar, que se abre camino entre los dos labios mayores, bajando paralelo a ellos.
La conocí una tarde lluviosa de invierno en un café de suelo ajedrezado y mesas de mármol frío calentado con carajillos y aguardiente, entre la blanca doble y el as de bastos, al arrullo de un bolero. Entre ficha y ficha, naipe y naipe, ocioso, dejaba resbalar la mirada por el local abarrotado de gente que acodada en la barra, apoyada en las columnas con los vasos en la mano o reunida alrededor de las mesas, mantenía animadas conversaciones, deteniéndola distraída en sus rostros, tamizados por el humo denso de los cigarrillos, multiplicados en los espejos.
Una y otra vez, con involuntaria insistencia, mis ojos se tropezaban con los suyos que pudorosos huían veloces. Provocador me puse a perseguirlos con insolencia, con descaro, hasta que por fin me sostuvo la mirada con una leve sonrisa consentidora.
La conocí una tarde lluviosa de invierno en un café de suelo ajedrezado y mesas de mármol frío calentado con carajillos y aguardiente, entre la blanca doble y el as de bastos, al arrullo de un bolero. Entre ficha y ficha, naipe y naipe, ocioso, dejaba resbalar la mirada por el local abarrotado de gente que acodada en la barra, apoyada en las columnas con los vasos en la mano o reunida alrededor de las mesas, mantenía animadas conversaciones, deteniéndola distraída en sus rostros, tamizados por el humo denso de los cigarrillos, multiplicados en los espejos.
Una y otra vez, con involuntaria insistencia, mis ojos se tropezaban con los suyos que pudorosos huían veloces. Provocador me puse a perseguirlos con insolencia, con descaro, hasta que por fin me sostuvo la mirada con una leve sonrisa consentidora.
Alma tiene las manos y los pies pequeños pero el cuerpo grande, barroco, rubeniano, pleno de mórbidas turgencias. En tiempo de modelos anoréxicas su belleza resulta anacrónica a la vista. Pero no importa, porque cuando en la penumbra de la alcoba, ciego de deseo, me pierdo entre sus pliegues, son otros los sentidos a satisfacer.
Recuerdo que al principio, vergonzosa y esquiva, no me dejaba jugar con su coño. Cada atardecer, después de las secretas confesiones del café, se tumbaba perezosa sobre la cama de su alcoba de piso de estudiante e indolente me dejaba hacer. Yo la distraía con besos y arrumacos, mordiendo sus labios, recorriendo con la punta de la lengua el laberinto de sus orejas, mientras mis manos perseverantes le ganaban la partida a sus ropas. Me dejaba acariciar las esferas de sus senos, pellizcarle los pezones o sopesar la firmeza de unas nalgas inabarcables, pero cuando amasando la harina de sus muslos pretendía abrirme camino hacia el vientre, cerraba las piernas reprimiendo el ascenso de la mano exploradora.
Recuerdo que al principio, vergonzosa y esquiva, no me dejaba jugar con su coño. Cada atardecer, después de las secretas confesiones del café, se tumbaba perezosa sobre la cama de su alcoba de piso de estudiante e indolente me dejaba hacer. Yo la distraía con besos y arrumacos, mordiendo sus labios, recorriendo con la punta de la lengua el laberinto de sus orejas, mientras mis manos perseverantes le ganaban la partida a sus ropas. Me dejaba acariciar las esferas de sus senos, pellizcarle los pezones o sopesar la firmeza de unas nalgas inabarcables, pero cuando amasando la harina de sus muslos pretendía abrirme camino hacia el vientre, cerraba las piernas reprimiendo el ascenso de la mano exploradora.
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