viernes, 23 de marzo de 2012

El coño de Alma (y III)

Tara Lynn, modelo XXL

EL COÑO DE ALMA por Gustavo Malo.
A Juan Manuel de Prada por “Coños”, de dónde me permití robar alguna metáfora.

(... continuación)

La luz del ocaso se colaba por las rendijas de la persiana dibujando franjas oscuras en su cuerpo de cebra. El humo entrecortado de los cigarrillos nos aprisionaba con barrotes de niebla densa. Me gustaba meter la cara en el vaho de la oscuridad húmeda de su axila con la mano abandonada sobre su pecho arrebolado y besarle los labios inertes, entreabrirlos con la lengua y sumergirme en su boca, manantial de dulce saliva fresca como el agua de un botijo. Inmóvil, con la mirada extraviada, se dejaba hacer.

Mientras, la oscuridad iba apoderándose de la alcoba. Alma se desperezaba a cámara lenta con gemidos de satisfacción felina. Envuelta en las sábanas se sentaba sobre la cama y, recuperada la chispa de sus ojos, iniciábamos conversaciones fragmentarias con voces enronquecidas y risas espontáneas. Cada tarde aprovechaba la relajada intimidad de ese momento, y entre rodeos y divagaciones, mostraba mi curiosidad por su particularidad anatómica tan celosamente enfundada. Ella, sistemáticamente, se escabullía a mis ruegos esgrimiendo vergüenza por argumento, hasta que por fin, un día, mi insistencia venció su tímida resistencia. Se quitó las bragas y se tumbó en la cama con las piernas entreabiertas. Armado de tijeras y cuchillas de afeitar como si de hacha y machete se trataran, me apliqué en desbrozar de maleza el bosque tropical que crecía en la intersección de sus muslos, sin contemplaciones para con sus renuentes protestas. Desprovista de la intensa intonsidad, bajo su vientre se abría la acogedora sonrisa de su gruta, lista para un reconocimiento espeleológico.

Alma no tiene el coño trilabiado como a simple vista pudiera parecer. Lo que pasa es que tiene un clítoris enorme, del tamaño de un dedo pulgar, que se abre camino entre los dos labios mayores, bajando paralelo a ellos. Tienen las morenas el sexo púrpura como jamón de pata negra, con los labios menores bordeados de cuero viejo. Alma, por el contrario, posee interioridades de rubia, de sonrosado jamón york. Aprisionado entre los labios mayores, abultados y mullidos como las nalgas de un bebé, sobresale el clítoris como el lomo de un crisolín, que desde la comisura de los labios baja hasta la entrada de la vajina, imposible de penetrar sin rozarlo al mismo tiempo. Cualquier leve contacto con él le ocasiona estremecimientos de placer, o de dolor, si el placer fue reciente.

Alma no usa nunca pantalones sino floreados vestidos sueltos de “casa de la pradera”. A todas partes carga con un bolso enorme, lleno de toallas y bragas de repuesto. Cuando anda por la calle, mantiene el paso mesurado, parándose con frecuencia en los escaparates para recuperar el resuello y aliñar la compostura, y procura utilizar siempre los ascensores porque las escaleras le arrebatan los sentidos. A veces, aprovecha cualquier lugar para una sesión de copiosos orgasmos: el cine, una cafetería o el autobús. No tiene más que relajarse y apretar los muslos.

Yo que la frecuento, reconozco su mirada perdida, el rubor de sus mejillas y el temblor de sus piernas. La observo divertido y ella, después de pasarse la lengua por los labios gruesos y oscuros que humedecidos y lustrosos semejan picotas recién lavadas, enarca una ceja, espesa como un pincel, que se alza como el acento circunflejo de “fenêtre” sobre la ventana de su mirada enigmática de Mona Lisa y, con juguetona ironía, me devuelve su sonrisa más traviesa.

Para su cumpleaños le he comprado una bicicleta.

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Gustavo Malo (pseudónimo), natural de Cáceres, es licenciado en Filología Hispánica por la Universidad de Salamanca y profesor de Lengua y Literatura en un instituto de Badajoz. Le gustan las mujeres y le gusta el vino y colecciona los volúmenes de La Sonrisa Vertical de Tusquets Editores.

Crystal Renn, modelo XL

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