sábado, 17 de marzo de 2012

El coño de Alma (II)

Crystal Renn, modelo XL

EL COÑO DE ALMA por Gustavo Malo.
A Juan Manuel de Prada por “Coños”, de dónde me permití robar alguna metáfora.

(... continuación)

Con risas traviesas, condescendiendo a la urgencia de mi deseo desbocado, me tumbaba boca arriba sobre la cama y procedía a desnudarme con frenética vehemencia. Arrodillada entre mis piernas se sacaba la falda y la camisa por la cabeza y se liberaba del abrazo del sostén; pero nunca se dejaba quitar las calzonas. Tiraba hacia arriba de ellas para ajustarlas mejor a la cintura y, remetiendo un dedo, recolocaba los elásticos que se cerraban en torno a los muslos, devolviendo a su lugar la porción de culo derramada fuera. Entonces, levantaba ambos brazos y llevando las manos a la nuca, con un rápido movimiento de los dedos, desanudaba la goma que ataba el cabello, oscuro y espeso como un charco de alquitrán, que rebelde se desparramaba sobre su cara dejando oculta la mitad de su rostro.

Yo aprovechaba ese momento para observar su torso prehistórico de diosa de la fecundidad apoyado sobre las columnas macizas de los muslos: el negro vellocino de los sobacos, las rotundas tetas de alabastro con areolas como monedas de diez duros, las asas de sus caderas generosas, el botón del ombligo levemente hundido en la grávida convexidad de su vientre… Una densa sombra oscura se transparentaba a través de la tela tirante de las bragas, y por los elásticos con que se ajustaban a las piernas escapaban tupidos rizos, flecos de la felposa alfombra del pubis.

Juguetona, se sentaba sobre mi pecho y, sujetándome por las muñecas, me mantenía crucificado a la cama mientras columpiaba los senos sobre mi cara. Yo intentaba comerle los pezones como un niño juega a morder sin ayuda de las manos una manzana suspendida de una cuerda. Le gustaba ensalivarme las axilas para después soplar suave hasta hacerme cosquillas o rascarme levemente el interior de los muslos observando divertida los estremecimientos de mi miembro a punto de estallar.

Por fin, me cogía la polla y se la metía en la boca. Mientras me la chupaba, se me sentaba sobre la cara e, inmovilizados mis brazos bajo sus piernas, me restregaba por el rostro el coño, siempre enfundado, mullido por trilabiado, en un sesenta y nueve un tanto descafeinado. Sus orgasmos, que yo notaba por el temblor incontrolado de sus muslos, eran sordos como de dormitorio de internado, pero intensos y caudalosos como olas de una mar embravecido. Paulatinamente, una mancha de humedad iba extendiéndose por sus bragas, al igual que el fuego que devoraba el “mapa de Bonanza”, hasta empaparme la cara de agua salada con aroma de playas ignotas y sabor a crustáceos.
(Continuará...)

Crystal Renn, modelo XL

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